Lo escuchamos decir mil veces: estamos en la era del mayor nivel de consumismo de la historia. La era de la moda descartable, en la cual lo que hoy está de moda mañana ya no lo está, y por ende se desecha y se vuelve a comprar; así sucesivamente, entrando en un circulo vicioso de una moda rápida que representa una economía de insustentabilidad ecológica profunda. La era del consumo como gratificación constante, adictiva, con la cual se busca llenar un vacío.

Vivimos en una era que nos exige más; y nos lo exige ya.

Acá se introduce la noción de minimalismo.

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El objetivo de un estilo de vida minimalista va más allá de tener menos objetos: busca llevar una vida más liviana, simple, y productiva. Busca cambiar la forma de relacionarnos con los objetos, para concentrarnos más en nosotros mismos y menos en las cosas. Es decir, vivir de forma simple.

Consumo inteligente

«Amen a las personas y usen a las cosas, porque no funciona al revés»

Usar lo que tenemos. Dejar ir lo que no. Así de simple y complejo. Consumir de forma inteligente refiere a adquirir lo que realmente necesitamos o amamos. No consumir por lo que esperamos que ese producto nos traerá, es decir, no comprar para llenar algo interior, sino para que cumpla una función específica.

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No tengas nada en tu casa que no sea útil, o no creas que es hermoso.

A todas nos tienta entrar a Forever 21 y comprar todo, pero hay que tener en cuenta que en ese modelo de negocio de marcas internacionales no pagamos el precio real de la prenda, y como consecuencia, tampoco estamos pagando el precio ecológico de ellas. El hecho de que una prenda se compre para ser usada un mes hasta que pase de moda y desecharla no es sustentable y no es sano. Lo que no es bueno para nosotros tampoco es bueno para el mundo. El consumo irracional degrada nuestro hábitat, así como nos degrada a nosotros mismos.

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Calidad, no cantidad.

Acá entra la noción de consumo inteligente, cuando tener menos, es tener más. Consumamos lo que necesitamos, aprendamos a consumir con responsabilidad.

Empecemos por nuestro alrededor. ¿Cuántas cosas de nuestro cuarto verdaderamente usamos? ¿Cuáles podemos regalar/donar/vender?

Todo lo que ocupa lugar en nuestro espacio, ocupa lugar en nuestra mente.

Mantengamosnos livianos.

Enfocarse

A nuestra generación se nos suele decir la generción del multi-tasking, en un sentido positivo. Cuando, en realidad, el hecho de hacer muchas cosas a la vez – responder mensajes, escribir un mail, mirar una serie, escuchar música, ver Instagram – nos hace ser menos eficientes en nuestras tareas, tardar más tiempo, cansarnos más fácilmente y perder la capacidad de concentración. Pretender abarcar todo al mismo tiempo nos hace ser menos productivos.

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La energía fluye donde te focalizás.

La propuesta minimalista es enfocar. Centrar el foco en una cosa a la vez. Empezar y terminar una tarea y empezar y terminar con la siguiente. La extensión de nuestro brazo llamada celular nos dificulta esto, nos distrae constantemente, exige atención, nos ofrece gratificación inmediata con un like al otro lado del desbloqueo. Pero hay que ejercitarnos en mantenerse firmes frente a la tiranía de las notificaciones. Mantenernos autónomos. Tomar el control. Ir paso a paso. La clave está en focalizarse en un objetivo a la vez.

Espacio mental

La era de la inmediatez trae otra consecuencia menos teorizada: la saturación mental. Lo dijimos antes: todo se necesita para ayer. Nos exigimos cada vez más tareas en menor tiempo, y mucha veces nos «acostumbramos» a un estado de estrés constante, que de más está decir, no es sano, ni productivo, ni sustentable en el tiempo.

Uno de los antídotos para esta constante ansiedad, anticipación al futuro y sobre-exigencia es la meditación. Entendida como estar en el momento presente. Tomarse cinco minutos diarios para permitirse no hacer absolutamente nada más que estar y respirar. Alejarse de todos los estímulos externos exigentes y simplemente ser. Simplemente conectarnos con una cosa a la vez.

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A veces, está bien si lo único que hiciste hoy fue respirar.

Conectarnos con la sensación de la respiración en movimiento, nada más y nada menos.

Otro factor importante a tener en cuenta es la preocupación. Nos vivimos pre-ocupando, en vez de dedicar nuestras energías a efectivamente ocuparnos. Nada ocupa más lugar en nuestra mente que la preocupación. Por eso la clave está en preguntarnos: ¿Esto es útil?, es decir, ¿Me sirve?, ¿Me ayuda?

No ocupemos nuestro espacio mental con cosas que no nos ayudan, sino que simplemente ocupan lugar innecesario.

El minimalismo entonces, más que un hecho concreto, es un estilo de vida, una forma de pensar, y una manera de cuidarnos más a nosotros mismos y a nuestro entorno.

Es tomar conciencia de que se es más con menos.

Nota al pie: Si les interesa el tema les recomiendo el documental «Minimalism: A Documentary about the important things» (Está en Netflix).