A 3 horas de Corrientes capital y a orillas del río Paraná se sitúa Goya, la ciudad en la cual se encuentra uno de los lugares más pintorescos, acogedores, pacíficos y renovadores que conozco.
El campo de mis abuelos se conoce como Estancia Las Nenas.
Al pensar en un lugar en el mundo, este es indiscutiblemente uno de los primeros en encabezar la lista.
Para mi campo (realmente no lo es, pero así como en el hay una gran parte mía, también yo lo siento de algún modo mío) encuentro dos posibles sinónimos: conectar y desconectar (realmente es una batalla entre antónimos, todavía no decido cual lo describe mejor.) Viajar 8 horas en auto para llegar allá vale la pena, porque llegar ahí es entrar en un universo paralelo donde las aceleraciones, los apuros, las ansiedades y la constante dependencia al reloj y el celular desaparecen. En ese universo tan extraño, sin señal ni wi-fi, se vive en un estado de paz constante: uno se desconecta de todo aquello que pesa y se conecta con lo verdaderamente importante. En este lugar tan atesorado me encuentro con mi familia, amigos, me encuentro con la naturaleza, y sobre todo me encuentro conmigo misma: sin distracciones, interrupciones, desencuentros, o huidas. Solo yo y la mirada al horizonte.
Es precisamente de ese encuentro personal, profundo y aislado, que logro pensar – con todo lo que eso implica. Meditar sobre temas que me interesan, preocupan, mueven. Lograr poner por escrito ideas y pensamientos que hasta ese momento, flotaban vagamente por mi cabeza. Darme el tiempo para pintar, sacar fotos, escribir, contemplar. Encontrar paz. Des-conectarse.
Volver a Corrientes es volver a un sueño, y al mismo tiempo, es despertar de el.
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