Ya lo dijo Aniko Villalba, ”Si te quedas más de un mes no vas a poder dejarla nunca más, la ciudad se va a convertir en tu Carcelona”.
Ciudad de las fachadas históricas, balcones adornados, carrers escondidos. Ciudad de los detalles, ciudad de los colores; sos una inmersión a un ambiente místico de un siglo pasado en tu barrio gótico, y a la vez vibras juventud y energía en tu tan carismática barceloneta. La imponente y destacable presencia de Gaudí en toda la ciudad te hace más mágica aún. Sos un museo viviente: tu cultura y tu arte se aprecian en cada una de tus calles.
Me enamoraste de a poco. Fuiste sorprendiéndome en cada esquina, en cada sonrisa de tu gente, en cada recibimiento. Me enamoró tu gente, sus «hola guapa», la forma en que pronuncian la «ch». Me enamoraron tus barrios, tus matices, tu armonía energética. Me enamoró la forma en que me encontré un día hipnotizada por tus vistas en el mirador más alto de Parc Guell, segura de que tu magia era distinta a la de otras ciudades.
Sos un mundo concentrado en una ciudad. Tenés mar, montañas, parques, historia, un sol radiante casi constante, música, arquitectura, idiomas, y podría seguir así por tantos renglones más.
Tu historia me dejó asombrada; tus calles, encantada; tus colores, inspirada; tu energía, llena. Me sorprendiste en cada rincón.
Soleada Barcelona, me contagiaste de tu energía y me enamoraste en tan pocos días. Nos volveremos a encontrar, porque tu acento es música y tu ritmo cotidiano, luz. Soleada siempre, incluso en los días nublados.
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