Cuando eramos chicos, en los días de vacaciones en casa con horas libres por rellenar, el aburrimiento era nuestro mejor aliado. Los minutos e incluso horas de aburrimiento eran el motor que nos movilizaba a crear mundos, historias, ideas. El aburrimiento nos llevaba a crear un zoológico con los peluches de nuestra cama, una casita para caracoles en cajas de zapatos, muñequitas de papel y tela, una vida de agente secreto. Las posibilidades eran infinitas.
Hoy, lo siguen siendo. El problema está en que ya no nos aburrimos. No es solo causa de las responsabilidades, trabajos, entregas, y horarios propios de crecer. El problema está, en que no nos permitimos ni cortos minutos para no hacer nada. Cada minuto, cada segundo tiene que ser productivo. Siempre hay una tarea por completar. No hay tiempo que perder. Perder; que palabra particular. Como si llenar horas y horas de cosas fuese «ganar»el tiempo, cuando en realidad, solo el tiempo que realmente disfrutamos es el que, de alguna forma, «ganamos». De nuevo, no sé si la metáfora del triunfo/derrota es la más apropiada para hablar del tiempo en el cual llenamos nuestras vidas.
De lo que sí me siento más segura afirmando, es que necesitamos volver a estar aburridos. Cada minuto libre que tenemos, esperando el colectivo, haciendo la fila del supermercado, esperando que nos llamen del consultorio del dentista, caminando por la calle, antes de irnos a dormir; siempre recurrimos al dispositivo que nos impide la reflexión. Que nos impone novedades cada segundo, nos propone estímulos constantes. Nos cautiva, nos separa de nosotros. El celular es tan bueno en tantos aspectos, y tan malo en otros. Es importante saber frenar, aunque muchas veces, claro, es difícil liberarnos de nuestras propias cadenas.
Hoy, hablando con una amiga de la facultad, nos preguntábamos:
¿Cuándo fue la última vez que estuvimos aburridos?
Pensalo. Tomate el tiempo. Preguntate vos también, ¿Recordás la última vez en que estuviste aburrido y no interrumpiste la incomodidad de estar a solas con vos mismo recurriendo al celular?
El encuentro con nosotros mismos, en tiempos de instastories, es complejo. Quizás siempre lo fue. Pero estar aburridos con nosotros mismos, nos regala la posibilidad de reflexionar sobre nosotros, cómo estamos. Cómo estamos de verdad, física, mental y espiritualmente. Quiénes somos. Qué queremos. A dónde vamos. No necesitamos tener todas las respuestas, pero necesitamos plantearnos las preguntas.
Hoy te propongo a vos, que te regales 10 minutos. Diez minutos completos para aburrirte. Para descubrirte, pensarte, soñarte, crearte. Agarrá un cuaderno y empezá a hacer garabatos sin ningún estímulo externo. Mirá la lluvia. Sentate en un sillón a no hacer nada. Tirate en la cama (no vale dormir). No importa que hagas, mientras estés 10 minutos, a solas, con vos. Animate a regalarte el espacio. A frenar. En definitiva, a viajar a la creatividad nativa de la niñez, y aburrirte, al menos un rato, para ver que surge.
¡Contame como fue tu experiencia!
Deja una respuesta